Supón que terminas en la oficina un día largísimo. Sales de alli con todos los músculos encrespados por el estrés y con un dolor de cabeza que te hace ver chispitas multicolores por todos lados. Supón que ese día no has ni almorzado para lograr tener todo en orden en la pincha. Supón que ya en el elevador te consuelas pensando en que a pesar de todo no te puedes quejar, que aquí si vale la pena, que el esfuerzo se recompensa. Recuerdas todo lo que has logrado hacer por otros exclusivamente con tu salario, sin tener que robarle nada a nadie. Que aquí no hay que fajarse con nadie por un ventilador plástico, un televisor o cualquier otra miseria. Recuerdas las vacaciones, y hasta los antojos frívolos que con tu trabajo logras satisfacer casi a diario. Poco a poco una sonrisita placentera y auto-congratulatoria se te cuelga de los labios. Ahí se queda... Hasta que llegas a la calle y te encuentras con un grupito de energúmenos (extranjeros, casi todos) que ante la mirada indiferente de cientos de transeúntes y algunos aburridos policías encargados de protegerles, abogan por convertir tu recién estrenado paraíso en la misma mierda que de donde trabajosamente te escapaste un día.
Bueno, calma que para que haya mundo ha de haber de todo, te consuelas otra vez. Es grato comprobar que aquí si se es libre hasta para ejercer el derecho a la estupidez moral. Reconquistas entonces la sonrisita y pones proa a casa.
Hace un rato, frente al hotel Waldorf Astoria.
Ni pregunté a que se debía la algarabía.
5 comments:
Lo mas importante es que no nos roben la risa.
Ja ja, muy bien. Gracias.
Y a cómo pagan la hora en la manifestación chavista?
pobre infelices. no se ni que comentario hacer porque son el colmo de la estupidez.
menos mal que aqui si podemos darles la espalda.
un beso
Asi mismo Lis!
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